Se despide el Sol tras las ruinas de esta ciudad.
Un tinte cobre inunda el hormigón de los edificios
Que no sostienen su alma en pie,
Y el hambre se adueña de las aceras.
Las ventanas, sin cortinas, saludan a medias
A una calle vagabunda de transeúntes.
Sólo a lo lejos, a lo lejos, cuatro adolescentes,
Con el miedo en las pupilas, miran sus pies descalzos.
El suelo queda dividido por grietas que sangran desaparecidos
En lo que un día fue la plaza su central.
La niebla baja por las noches, fría e irritante,
Y saluda a los fantasmas que deambulan, borrachos.
Se despide el Sol tras una ciudad embalsamada con ceniza.
No hay espacio ya para el sollozo, en sus ojos vacíos.
La falta de fuerza enterró la rabia a golpes
Y dio paso a la desolación.