Por todas las veces que casi llegué a la tranquilidad
por todas las batallas que estuve a punto de ganar
por todas las palabras que balbucearon en la comisura de mis labios
por aquel mordisco que dejó mi pezón colgando
por todas las despedidas desmedidas y sin entender
por todos los sentimientos de pena con sede en distintas miradas
por todos los “te quiero” fugaces e irreales
por todos los andares vegetativos
por todos los cuerpos que aparecen y desaparecen en carreteras de segundo plano
por todos los aires de grandeza que esconden fragilidades,
escoltados por guardias jurados
por todas las hostilidades que no pretendo entender.
Por todos esos detalles que me apuntan y repiten la agresividad de un mundo
convertido en contradicción, paradoja que me acompaña en el pasear cotidiano,
me agredo como último gesto decisivo.
Me bailo junto a algún elemento punzante
que pueda traspasar la piel
y recorro la aureola de mi ombligo.
Observo la escarificación y sigo adelante con mi vida.