
Autorretrato fotográfico: Palabras Dislocadas
Sentada en el escalón de este cansancio tejo palabras para poder sobrevivir contigo, lo primero y lo último. Dando vida y quitando. Pintas mi cuerpo de sangre con una brocha de retorcido dolor. Giro el rostro; te veo al otro lado y el muro construido se diluye; en una ensoñación el mundo me da vueltas;
mareo mareo mareo.
Me permito mis locuras y excentricidades, resbalando los juicios por este chaleco.
Me permito alimentar mis anhelos y debilidades.
Me permito hacer y deshacer lo que bordee por mi cabeza.
Reconozco mis auto-juicios como depredador sin salida.
Me permito el delirio de un suspiro, sueño mortificador de existencia mísera e invariable.
Me permito el grito del desgarro, tristeza incansable.
Me permito las alegrías.
Me permito el desorden mental, como el de una casa abandonada.
Me permito lo que aquí desentierro como único modo de supervivencia, en contínuo diálogo contigo, aquel otro yo que me pisa el cráneo.
Te reconozco en el reflejo de un espejo cóncavo; a veces, y sólo a veces, te escondes y me despistas, pero apareces en mi reojo. Escribo este desasosiego, desaliento de un ahorcado, como único modo de hacerte visible. A ti, compañera de habitación lúgubre, escondida tras una cortina, se te ven los dedos de los pies por el reborde, con las uñas roídas.
Me susurras me susurras me susurras y mis tímpanos se quiebran a la luz de este instante.
Y sé que volverás a disparar.
Me permito degenerar para volver a generarme.